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sábado, 3 de septiembre de 2011

¿Creían realmente en la Eucaristía los primeros cristianos?

¿Creían realmente en la Eucaristía los primeros cristianos?

ago 24, 2011 con Comentarios 1

Los primeros Padres de la Iglesia defienden la presencia real del Cuerpo y la Sangre Cristo en la Eucaristía.

Los textos que exponemos a continuación son una prueba fehaciente de que ya desde los primeros tiempos del cristianismo (siglo I) en la Iglesia primitiva existía una fe muy clara en la presencia de Jesucristo en el Pan y en el Vino “eucaristizados”.

Los Santos Padres

1. San Ignacio de Antioquía (110 d.C.)

En lo referente a la Eucaristía San Ignacio se presenta siempre muy claro y tajante. Llama a la Eucaristía “medicina de inmortalidad” y categóricamente expresa: “La Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo”. Condena vigorosamente a los docetas que afirmaban que Jesús no había tenido cuerpo verdadero sino solo aparente, y por este error, comenta San Ignacio, no querían tomar parte de la eucaristía y morían espiritualmente por apartarse del don de Dios.

“Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo obispo junto con el presbítero y con los diáconos consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo hagáis según Dios”

2. La Didaché o doctrina de los doce apóstoles (60-160 d.C)

La Didaché (se pronuncia Didajé) es muy tajante al afirmar que no todos pueden participar en la Eucaristía, ya que no se puede “dar lo santo a los perros”. Antes de participar exige confesar los pecados para que el sacrificio sea puro. Es un testimonio claro también de que la Iglesia primitiva ya reconocía en la Eucaristía el sacrificio sin mancha y perfecto presentado al Padre en Malaquías 1,11: “Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahveh Sebaot”.

3. San Justino (165 d.C)

Mártir de la fe cristiana hacia el año 165 (decapitado), es considerado el mayor apologeta del Siglo II. San Justino mantiene el testimonio unánime de la Iglesia al confesar que la Eucaristía no es un alimento como tantos, sino que es “carne y sangre de aquel Jesús hecho carne”.

San Justino con toda claridad excluye la permanencia del pan junto con la carne del Señor rechazando la consubstanciación mantenida por los luteranos. Lo confirma el empleo que inventa San Justino para la palabra “dar gracias”: hasta él había tenido sentido intransitivo; él la usa en pasiva: “alimento eucaristizado”, que al pie de la letra traduciríamos: “alimento hecho acción de gracias”. Esta pasiva tan dura inventada por San Justino, unida al cambio de construcción que acabamos de señalar, acentúa la nota de un cambio obrado en el alimento ordinario en virtud del cual el pan es ahora carne de Cristo.

4. San Ireneo (130d.C – 202 d.C)

En la teología presentada por San Ireneo la certeza de que el pan y vino consagrados son cuerpo y sangre de Cristo es diáfana, y explícitamente afirma que “el cáliz es su propia Sangre” (la de Cristo) y “el pan ya no es pan ordinario sino Eucaristía constituida por dos elementos terreno y celestial”.

5. San Hipólito (mártir en el 235 d.C.)

Se desconoce el lugar y fecha de su nacimiento, aunque se sabe fue discípulo de San Ireneo de Lyon. San Hipólito es tajante en afirmar que se evite con diligencia que el infiel coma de la Eucaristía, ya que “es el cuerpo de Cristo del cual todos los fieles se alimentan y no debe ser despreciado”.

6. Orígenes (185d.C – 254 d.C)

Con respecto a la Eucaristía los escritos de Orígenes van en la misma línea que el resto de los padres. Afirma que “así como el maná era alimento en enigma, ahora claramente la carne del Verbo de Dios es verdadero alimento, como Él mismo dice: Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”. En todos estos casos, Orígenes se refiere al “verdadero alimento” no como pan, sino como “la carne del Verbo de Dios”. Afirma también que recibir el cuerpo indignamente ocasiona ruina para sí mismos y se refiere a la celebración eucarística como “la mesa del cuerpo de Cristo y del cáliz mismo de su sangre”.

7. Firmiliano, Obispo de Cesarea (268 d.C)

“…Por lo demás, cuán gran delito es el de quienes son admitidos o el de quienes admiten a tocar el cuerpo y sangre del Señor, no habiendo lavado sus manchas por el bautismo de la Iglesia ni habiendo depuesto sus pecados, habiendo usurpado temerariamente la comunión, siendo así que está escrito: Quien quiera que comiera el pan o bebiera el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor.”

Conclusión

Este es un pequeño resumen de lo que la Iglesia enseñó durante los primeros 3 siglos, pensamos que demuestra suficientemente cómo los primeros cristianos -desde el principio- tenían una fe firme en la presencia de Cristo en la Eucarístía.

Aunque la Iglesia primitiva no utilizó la palabra “Transubstanciación”, que empleó posteriormente Santo Tomás, creyó lo mismo que esta explica: que el pan y vino consagrados son el Cuerpo y Sangre del Señor.

Bibliografía
Textos Eucaristicos Primitivos, Tomos I por Jesús Solano, B.A.C.
Padres apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno, B.A.C.
Padres apologetas griegos, Daniel Ruiz Bueno, B.A.C.
La Eucaristía en Santo Tomás de Aquino, por elescoliasta.org

FUENTE: http://www.apostolesdelapalabra.org/%C2%BFcreian-realmente-en-la-eucaristia-los-primeros-cristianos/

lunes, 28 de marzo de 2011

Jesús no es Dios: Mentira de los Testigos de Jehová

LA DIVINIDAD DE CRISTO

Para los testigos de Jehová, Jesús no es Dios verdadero. Según ellos, Jesús es la primera creatura de Dios. Veamos qué dice realmente la Sagrada Escritura.

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Por Jorge Luis Zarazúa Campa.

+ Lupita, católica.

• Anita, católica impreparada.

•Ana: Buenos días, Lupita. Fíjate que vengo a verte porque tengo algunas dudas sobre la Iglesia y sobre Cristo.

+Lupita: Buenos días, Ana. ¿De qué dudas se trata?

•Ana: Pues fíjate que este fin de semana visité a unos parientes que son testigos de Jehová y me invitaron al Salón del Reino, el lugar donde ellos se reúnen para estudiar sus revistas.

+Lupita: ¿Así que fuiste a meterte a la cueva del lobo?

•Ana: Pues es que me invitaron con mucha amabilidad y no pude negarme.

+Lupita: Precisamente ese es el problema de los católicos: les abrimos fácilmente la puerta a los que vienen a perturbar nuestra fe o aceptamos con mucha ingenuidad las invitaciones a sus templos. No, Ana, hay que aprender a decir que no. Pero bueno, ya pasó. Vamos a ver lo de tus dudas.

•Ana: Pues son varias, pero ahora voy a comentarte una que me preocupa mucho. Es sobre la divinidad de Cristo. Fíjate que el pastor o no recuerdo como le llaman a su dirigente, me dijo que Jesús no es Dios, que Jehová es el único Dios todopoderoso.

+Lupita: ¿Y te dio algunas citas bíblicas?

•Ana: Si, hasta me las anotó en una hoja de papel, para que yo las buscara con calma en mi propia Biblia. Aquí las traigo. A ver, la primera que me dio es Mateo capítulo veintiséis, versículo cuarenta y dos:

Y alejándose de nuevo, JESÚS POR SEGUNDA VEZ ORÓ ASÍ: «Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad» (Mt 26,42).

•Ana: Cuando el pastor me leyó este pasaje bíblico, me hizo este comentario: Si Jesús es Dios, ¿por qué está orando o rezando a sí mismo? No, Anita, Jesús está rezando a su Padre celestial, a Jehová, y por lo tanto, Jesús no es Dios, pues Jehová es el único Dios verdadero.

+Lupita: Mira, Anita, para entender mejor este texto bíblico, tenemos que partir de la doctrina católica sobre la Trinidad, pero de ella hablaremos ampliamente en otra ocasión. Basta decir ahora que en Dios hay tres personas distintas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por eso no hay que extrañarse que Jesús, el Hijo, ore a su Padre.

•Ana: También me dio otro texto. Es Jn 14,28:

Han oído que les he dicho: «Me voy y volveré a ustedes.» Si me amaran, se alegrarían porque me voy al Padre, porque EL PADRE ES MAYOR QUE YO (Jn 14,28).

+Lupita: Mira, Anita, no hay nada difícil en este texto. Lo que pasa es que el Hijo se encarnó, es decir, tomó nuestra naturaleza humana. En este sentido, el Hijo es menor que el Padre, o como lo dice Jesús, el Padre es mayor que él. Como ves, todo tiene una explicación. Fíjate en lo que dice la Biblia al respecto:

Y la Palabra SE HIZO CARNE,  y habitó entre nosotros (Jn 1,14).

•Ana: Pues así como lo explicas tú, todo tiene sentido. Ahora explícame lo siguiente: el pastor también me dijo que Jesús es la primera creatura hecha por Dios. Cuando le dije que me diera un texto bíblico, me dio Prov 8,22:

El Señor ME CREÓ, primicia de su camino, antes que sus obras más antiguas (Prov 8,22).

+Lupita: En este texto del libro de los Proverbios se está hablando de la Sabiduría como si fuera una persona. Aunque algunas frases de este capítulo 8 pueden aplicarse a Jesús, no hay que tomarlo todo al pie de la letra para decir que habla de Cristo.

•Ana: Ya entiendo. El pastor también me dio el siguiente texto: Colosenses, capítulo uno, versículo quince, donde, según ellos, se dice que Jesús

Es Imagen de Dios invisible, PRIMOGÉNITO DE TODA LA CREACIÓN (Col 1,15).

•Ana: Según lo que me explicó, ellos lo interpretan diciendo que Jesús es la primera creatura de Dios.

+Lupita: Bueno, para entender mejor este pasaje, hay que leerlo completo. A continuación se dice:

Porque EN ÉL FUERON CREADAS TODAS LAS COSAS, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: TODO FUE CREADO POR ÉL y para él, él existe con anterioridad a todo, y TODO TIENE EN ÉL SU CONSISTENCIA (Col 1,16-17).

+Lupita: Como ves, aquí se señalan algunas cosas: primero, que Jesús es el primogénito de toda la creación, no porque él sea la primera creatura, sino porque en él fueron creadas todas las cosas. Segundo, que todo fue creado por él y para él y que todo tiene en él su consistencia. ¿Por qué? Porque Jesús es Dios y Creador, pues sólo en Dios las cosas tienen consistencia. Más claro, ni el agua.

•Ana: Tienes razón. Leyendo lo que está después, se entiende mejor de que se habla. Fíjate que el pastor sólo me leyó el versículo quince.

+Lupita: No me extraña. Bueno, ahora voy a explicarte algunos pasajes de la Biblia en los que se aclara que nuestro Señor Jesucristo es Dios. Anota, por favor.

•Ana: Estoy lista. Empieza, por favor.

+Lupita: Veamos el primero: Evangelio según San Juan, capítulo 1, versículo 1:

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y LA PALABRA ERA DIOS (Jn 1,1).

+Lupita: Cómo sabes, Jesús es la Palabra y dice san Juan: la Palabra era Dios. Seguramente el pastor te dio este texto, pero algo distinto. ¿Lo recuerdas?

•Ana: Ahora que lo mencionas, cuando el pastor lo leyó, noté algo raro, porque el pastor dijo: Y la palabra era UN dios. Recuerdo que le pregunté al pastor: ¿Entonces ustedes creen que hay varios dioses? El pastor no supo qué decirme, miró a mis parientes con cara de susto y cambió el tema. Mis parientes le siguieron el juego y ahí quedó el asunto.

+Lupita: Pues vaya que los pusiste en aprietos.

•Ana: Creo que sí. Pero sigue mencionando otros textos donde se presenta la divinidad de Cristo.

+Lupita: Por supuesto. Y cómo estos textos no necesitan mayor explicación porque son muy claros te los diré seguidos.

Jesús le dijo a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» Tomás le contestó: «SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO» (Jn 20,27-28).

De los israelitas procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, DIOS BENDITO POR LOS SIGLOS. Amén (Rom 9,5).

+Lupita: Hay más textos sobre la divinidad de Jesús, pero quiero aclararte algo muy importante. Cuando Santo Tomás dice a Jesús SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO, Jesús no lo corrige. No le dice: «No, Tomás, yo no soy Dios, sólo mi Padre celestial es Dios. Yo soy la primera creatura de Dios.» La Biblia dice que Jesús le dijo a Santo Tomás:

«Porque me has visto has creído. Dichosos los que creen sin haber visto» (Jn 20,29).

•Ana: Oye, ¡qué bueno que lo aclaras, porque no me había dado cuenta de eso!

+Lupita: Es que a Jesús, no le gustan las mentiras. Precisamente por manifestar su divinidad, los sumos sacerdotes, los saduceos y los fariseos decidieron la muerte de Jesús, considerándolo un blasfemo. Lee con atención estos dos textos bíblicos:

¿Por cuál de esas obras quieren apedrearme? Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia, porque tú, siendo hombre, TE HACES A TI MISMO DIOS» (Jn 10,32-33).

Antes de que Abraham existiera, YO SOY. Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo (Jn 8,58-59).

•Ana: Ahora me queda más claro. Jesús anuncia el Evangelio. Sus palabras y sus obras dejan muy claro su divinidad, es decir, que Él es Dios. Esto, obviamente les suena a blasfemia a los saduceos y fariseos. Por eso no hay que extrañarse que decidieran darle muerte. Como no podían hacerlo ellos mismos, lo entregaron a los romanos, acusándolo de dañar los intereses del Imperio y del Emperador.

+Lupita: Exactamente, Anita. Y lo más grave es que unos lo hicieron por obstinación y otros por ignorancia. Fíjate lo que dijo San Pedro, el primer papa:

Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidieron la libertad de un asesino. Mataron al SEÑOR DE LA VIDA. Yo sé, hermanos, que ustedes actuaron por ignorancia, al igual que sus jefes (Hech 3,14-15.17).

•Ana: Me parece hermoso que san Pedro hable de Jesús llamándolo EL SEÑOR DE LA VIDA, lo que parece confirmar la divinidad de Cristo.

+Lupita: Tienes mucha razón. Yo quiero que vayamos terminando este tema, leyendo el siguiente texto bíblico, que me parece muy significativo. Se trata del Evangelio según san Juan, capítulo cinco, versículos veintidós y veintitrés:

Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para QUE TODOS HONREN AL HIJO COMO HONRAN AL PADRE. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. (Jn 5,22-23).

+Lupita: A mí me parece muy claro lo que dice Jesús: todos debemos honrar al Hijo de la misma manera que honramos al Padre.

•Ana: Ajá. Ya voy entendiendo. Y como al Padre Celestial lo adoramos, a Cristo también debemos adorarlo, es decir, debemos reconocer que Cristo es verdadero Dios.

+Lupita: Efectivamente. Y en esto sólo estamos siguiendo las huellas de los Reyes Magos que fueron al Pesebre en Belén, de los Apóstoles y de los Ángeles, que en el Cielo adoran a Jesús.

Los magos entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, LE ADORARON; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra (Mt 2,11).

Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle LE ADORARON (Mt 28,16-17).

Que todos los ángeles de Dios LO ADOREN (Heb 1,6).

+Lupita: Como ves, a lo largo de la Biblia aparece muy clara la divinidad de Cristo.

•Ana: Pues si, ha quedado clarísimo para mí. Ojalá algún día estos parientes míos escudriñen mejor las Escrituras, para que no sigan en el error.

+Lupita: Pues déjame decirte que tú puedes ayudarlos, preparándote mejor para dialogar con ellos.

•Ana: Tienes razón. Creo que de ahora en adelante me voy a preparar para ser promotora y defensora de la fe, como tú.

Fuente: http://www.apostolesdelapalabra.org/jesucristo-es-dios/

SEIS MITOS de los testigos de Jehová (1): El alma muere con el cuerpo

SEIS MITOS de los testigos de Jehová (1)

oct 11, 2010 con Comentarios 31
Primer mito: El alma muere con el cuerpo
Una larga cadena de mitos
En su revista quincenal La Atalaya del 1 de noviembre de 2009, los Testigos de Jehová presentan con extraordinaria concisión sus enseñanzas fundamentales y los ataques a la fe católica que les resultan más eficaces para confundir al católico que carece de una adecuada formación bíblica y una oportuna capacitación en apologética o defensa de la fe, tan necesaria en nuestros días.
Saltan a la vista en este número de La Atalaya las características de los Testigos de Jehová:
a) su aparente cultura bíblica y profana, que tratan de mostrar presentando citas de los más variados documentos, libros y enciclopedias y pasajes bíblicos tomados de las más diversas traducciones de la Biblia, incluida su traducción propia, denominada Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras.
b) su intento por disolver el cristianismo, negando las verdades fundamentales de la fe cristiana: la doctrina de la Santísima Trinidad, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, la maternidad divina de María, la sobrevivencia del alma después de la muerte, la existencia del cielo y el infierno, la unicidad del cielo y la legitimidad de las imágenes sagradas. No extraña que en amplios sectores no se les considere cristianos, pues rechazan lo específico cristiano y se quedan en una interpretación muy pobre del Acontecimiento Cristo.
c) su habilidad para presentar sofismas y falacias.
Primer mito:
“El alma muere con el cuerpo”.
Otra formulación del mito: “Cuando una persona muere, deja de existir”.
Origen del mito: Los Testigos de Jehová afirman que la enseñanza católica de la inmortalidad del alma fue adoptada de la filosofía griega por los primeros filósofos cristianos. En realidad esta afirmación va dirigida a negar lo característico del cristianismo para presentarse como algo único y especial en el concierto de las religiones.
¿Qué dice la Biblia? En realidad la doctrina de la inmortalidad del alma está ya presente en el Antiguo Testamento:
El polvo vuelve a la tierra de donde vino, y el espíritu sube a Dios que lo dio (Ecl 12, 7).
Las almas de los justos están en las manos de Dios y ningún tormento podrá alcanzarlos. A los ojos de los insensatos están bien muertos y su partida parece una derrota. Nos abandonaron: parece que nada quedó de ellos. Pero, en realidad, entraron en la paz (Sab 3, 1-2).
El Nuevo Testamento lo reafirma con extraordinaria claridad:
Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano (Jn 10, 27-28).
No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno (Mt 10, 28).
Cuando abrió el quinto sello, divisé debajo del altar las almas de los que fueron degollados a causa de la palabra de Dios y del testimonio que les correspondía dar (Ap 6, 9).
Por otra parte, es muy ilustrativo el episodio de la Transfiguración del Señor (Mc 9, 1-10; Lc 9, 28-36 y Mt 17, 1-7).
Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús (Mc 9, 4).
Dos hombres, que eran Moisés y Elías, conversaban con él. Se veían en un estado de gloria y hablaban de su partida, que debía cumplirse en Jerusalén (Lc 9, 30-31).
Si con la muerte, todo acaba para la persona, ¿cómo se explica la aparición de Elías y Moisés a nuestro Señor Jesucristo y los Apóstoles? Escuchemos ahora a san Pablo:
Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Pero veo que, mientras estoy en este cuerpo, mi trabajo da frutos, de modo que ya no sé qué escoger. Me siento urgido por los dos lados: por una parte siento gran deseo de romper las amarras y estar con Cristo, lo que sería sin duda mucho mejor (Flp 1, 21-23).
Si con la muerte se acaba todo, ¿por qué pensaba san Pablo que al romper las amarras (= morir), estaría con Cristo?
Veamos ahora estas palabras de Jesús al ladrón arrepentido, crucificado junto a Él:
Jesús le respondió: «En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso(Lc 23, 43).
También es relevante la parábola del pobre Lázaro y el rico epulón (Lc 16, 19-31):
Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham (Lc 16, 22a).
Verdad: El alma es inmortal; no muere con el cuerpo.
Visita: http://www.apostolesdelapalabra.org/ para que puedas defender tu Fe Católica de las sectas.

Testimonio de vida del Padre Flaviano Amatulli